El 2 de septiembre de 1973 moría a los 81 años, J. R. R. Tolkien, uno de los autores de literatura fantástica más importantes de todos los tiempos. En "El señor de los anillos" creó un mundo poblado por hombres, elfos, hobbits y enanos, enfrentados en combates épicos contra las malvadas huestes de Sauron, el Señor Oscuro. El salto al mundo del cine catapultó las historias de Tolkien.
Cabe señalar que Tolkien empezó a conformar ese particular universo fantástico a partir del lenguaje. El escritor era un reputado lingüista que fue capaz de inventar el sindarin y el quenya, ambos incluidos en sus obras como idiomas élficos. Pero es que también aprendió latín, francés, alemán, inglés antiguo, finlandés, griego, italiano, noruego antiguo y español, entre otros muchos idiomas.
Además, como consideraba que en Inglaterra no había una mitología consolidada como la escandinava o la griega, decidió empezar a crearla basándose en viejos mitos. Y buena parte de la misma la plasmó en El Silmarillion, obra que nunca publicaría y que no vería la luz hasta después de su muerte cuando la editó su hijo Christopher.
Lo que no sabía Tolkien es que estaba sentando las bases de la fantasía heroica que se escribiría después. La epicidad de sus novelas, la construcción de personajes, el triunfo de la imaginación y la creación de un mundo desde cero calaría no solo entre los millones de lectores que se sumergieron en un mundo de elfos, hobbits, enanos y orcos, sino en autores que después escribirían con Tolkien como referencia.